Mudanza
Asomate a esta ventana
La historia continúa
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La historia continúa
Siempre tuve una particular disposición a que me pasen cosas raras.
Conocí a grandes personas en mi vida a través de formas poco ortodoxas: festivales de cine con "periodistas" sin grabador, ensayos de teatro con compañeras antipáticas, huyendo de un plomazo dentro de un bar y chocándome con alguien, leyendo a bloggers ausentes y armando rancho aparte, yendo a ver una grabación de Todo por $2 , jugando al metegol en el club y golpeando a alguien con una pelotita voladora, entrando a un teatro semi abandonado para espiar una clase, filmando en el campo, caminado por el pueblo vacío un lunes de insomnio...
Hay lugares que tiene una energía especial para conocer gente memorable e interesante. Tengo que destacar los festivales de Mar del Plata: siempre viví aventuras peliculeras que, resumiendo, se podrían enumerar así:
- pseudo triángulo amoroso que nunca se concretó, pero que me mantuvo la adrenalina al tope durante 7 días. Invitación a un agasajo a la prensa internacional ( con caviar, champagne y demás. Y bué, estaba Maharbiz)
-conocer a Lore, a Fran y a Fede colándome en la inauguración. Y quedarme con ellos. Para siempre. Ese año también vi por primera vez una lluvia de meteoritos sobre el mar
-vivir en comunidad en un departamentucho con un mendocino, un portugués, un par de flacas platenses y unos colados. Y pasarla genial.Segunda lluvia de meteoritos
-Invitada especial por ser organizadora de otro festival. Extraño encuentro con Marcos a la salida del bar. Fiesta de fin de festival con el tanguero y todos los directores extranjeros. Más meteoritos.
No fui a más festivales, pero para noviembre ya me estoy preparando.
Otro lugar con puertas dimensionales hacia la aventura es El Conventillo de Teodoro, el bar de chamuyo, tango y tragos que está acá cerquita, por Almagro.
Manu me arrastra hacia allí de vez en cuando. Y siempre me pasan cosas raras y bellas.
He ido con Naty, con Paco y sola también.
Canto tangos hasta quedarme afónica, chamuyo y me dejo chamuyar...
Y siempre pero siempre cosecho cuentos para contarles a mis nietos.
Corpiños de cerezas en sus labiosidem
Desde la ventana, el deseo hecho árbol que crece
La oreja rota en mil palabras, se calla la boca
Robos subrepticios a la hora de la siesta: robo de frío
Palanca al piso o al volante. Igual no se meter los cambios
Algunos pájaros desbarrancan el canto. Otros lo venden al por mayor
El rubio mira por la ventana, atento a lo que pasa. No se da cuenta de su espalda sangrante.
Duerme el niño. No sabe que perderá los dientes que le van saliendo
Trompetas. Elefantes. Todo suena distinto cuando es silencio
No gruñas, ya nadie puede entender tu falta de lengua
Masticando cadáveres cruzo el hambre
Cuando las uñas pican comienza el caos
Lunares se desdibujan en la piel de plastico. No, no son los míos
El pelo es falso, pero el cráneo que cruza debajo me deja la duda
Hoy vi lo que todos ven. Y me sentí distinta
El mar tan lejos. Y yo con tanta arena
No olvidar, me grita la memoria amnésica
El sabor sabe su ignorancia
La madre parió una ausencia. ¿Ahora cómo la acuna?
Tan desprotegido del entorno como el cactus en la selva
¡Y el vecino de al lado, me llena el basural de flores!
El monstruo me salió hermoso, vea...
Risa por la nariz. El moco feliz
Sed de venganza.La publicidad que le faltaba a gatorade
Pronóstico:Tetas al viento con pérdidas oculares de prójimos cercanos
Mañanas campestres. Tardes citadinas. Noches selváticas. Y así todo el día
Me gusta el agujero derecho de tu nariz. El izquierdo me asusta.
En la piel, pecas por el sol. En la iglesia, 15 padrenuestros
Todas esas otras presencias duelen en los rincones ausentes, todavía
( De madrugada, en la Mansión)
Una máscara mutante nos cubre la cara.
Todo el tiempo somos otro. Y ni nos importa
A veces está bueno disfrazarse y ser otro. Cosas de un rato nomás.
Está bien, somos varias cosas al mismo tiempo, y lo versátil nos construye.
Pero sacarse caretas es un trabajo pesado que creo que hay que tomarse.
Jugamos sin saber que jugamos. Y es bueno saber qué es lo que estamos haciendo.
Y ahi entran a jugar los permisos para jugar.
Jugar es algo de un rato, ser otro y con otras reglas. Transformarse e inventar el disfraz y el entorno.
Jugando, cuando somos chicos, podíamos ser cualquier cosa.
Y ahora, parece que no sabemos jugar.
Quizás nos quede adentro eso de andar pidiendo permiso.
-má, me dejás ir a lo de Cristian a jugar un ratito?-
-bueno, pero en una hora está la comida, no tardes...-
Y así, pidiendo permisos, pasamos la infancia. Pidiendo para jugar.
¿En qué momento cambiamos el "voy a jugar a lo de..." , por el "voy a lo de...", simplemente?
En algún momento dejamos de pedir permiso para ir a jugar, y empezamos no ya a no pedir permiso, sino a no jugar.
Nos empezamos a tomar las cosas en serio.
Y no con responsabilidad, eso ya venía de antes, de siempre. Del simple hecho de responder por lo que hacíamos.
Pero "en serio" puede ser lo contrario de jugando, o en broma, o con gracia.
Y en ese momento empezamos a ser grandes, a volvernos viejos, que no es lo mismo que adultos (generalmente dejamos el "voy a jugar a lo de.." en la adolescencia).
En un momento de mi vida, a los 22 años, pude volver a decir: voy a jugar a lo de... sin pedir permiso, sólo avisando.
Vivía con mi hermano, y le decía, generalmente los viernes a la noche: voy a jugar a Casapueblo, que era la casa de mis amigos.
Y hacíamos eso. Jugábamos.
Nos disfrazábamos, bailábamos, inventábamos un universo con sus reglas y las vivíamos profundamente por un rato.
No mucha gente lo entendía, claro.
Algunos decían: ah...hacen una fiesta. Pero una fiesta es otra cosa. Es algo extraordinario. Esto era parte de lo cotidiano.
Permitirse ser otro, en la cotidianeidad, es jugar.
Jugar es inventarse ese mundo, ese personaje, esas reglas por un rato y dejarse atravesar, involucrarse por completo.
Pero en la vejez prematura que tenemos, lo hacemos contadas veces, en un ambiente controlado y con excusas frescas a mano, por si nos pescan en pleno goce lúdico: es una fiesta, estaba solo en casa, tomo clases de teatro pero no actúo en un escenario porque lo hago como terapia, aca nadie me ve, es sólo la costumbre de hablarle al perro, me compro maquillajes porque quiero mejorar mi estética, esta ropa es la de entrecasa, colecciono cositas, estas cosas me relajan, esto lo hago para descargar tensión, así me olvido del estrés, es mi hobby.....
Todas esas excusas solo dicen: estoy jugando, no me jodan.
Y en este punto me lleno de preguntas...
¿A qué jugabas cuando eras chico y estabas solo? No con tus amigos, porque sabemos que el grupo se autocontagia de modas televisivas o temporales.
Cuando estabas solito, vos y tu alma... ¿qué era lo que te llevaba de la mano por ese mundo extraño? ¿ese juego por el cual no tenías que andar pidiendo permiso?
¿Qué espacio ocupaba tu cuerpo en el mundo, durante ese juego?
¿ya te acordaste?
¿Cuánto hace que no lo jugás?
Date permiso vos mismo un ratito y tratá de jugarlo.
De recordar ese olor y color en los dedos.
De recorrer con los ojos cerrados ese espacio que ya no está en el aire pero sí adentro, en un rincón.
Nadie te va a retar, ni censurar, ni se va a reir por lo que hagas
Jugar a jugar nos descubre en el lugar que ocupamos.
Quizás ese berretín de niño culoinquieto lo seguimos teniendo de grandes, transformado en trabajo, estudio, hobbys...
Pero es sólo un juego más. El más maravilloso de todos, ya que seguimos eligiendolo a pesar del tiempo que pasa y nos arrastra.
¿Lobo está?
Mi mamá está tejiendo.
Ella no teje nunca, pero me dijeron que hace 9 años que no hay elecciones. El absurdo es comprensible.
Ahí, la radio de plástico turquesa con tocadisquitos simples. Con las pilas eveready grandotas que siempre se sulfatan.
Ahí, en el banco blanco que algún bisabuelo se robó de una plaza, mi mamá teje punto jersey.
Uno del derecho.
Uno del revés.
Juan está en el piso, jugando con algo que arrastra.
Hermanito tocatodo. Hermanito colorado. Cachetes, pecas, pelo...todo rojo.
Va y viene.
Derecho y revés.
Arranco hojas de la enamorada del muro que viene de la casa de Pironio.
Me siento en el borde de las baldosas amarillas y las destripo:les saco despacito la parte verde y ahí quedan, desnudas, las nervaduras. De un lado o del otro, las hojas son transparentes, fantasmales.
Mamá teje y papá no está. Está en las mesas.
No sé lo que eso, pero suena lo suficientemente importante como para que esa tarde sin escuela tampoco haya fútbol, ni carreras de autos al mediodía en la tele.
Y mamá teje.
Uno del derecho.
Uno del revés.
Estas semanas , papá que habla mucho y está poco en casa, también teje.
Titina me dijo que contar historias es como tejer: uno va agregando hilos, palabras y frases, y va transformando un ovillo en una tela, en una historia, en un cuento. Lo que estaba desordenado se transforma en un saquito, en una manta, en un abrigo.
Uno del derecho.
Uno del revés.
Mamá, que está escuchando la radio turquesa que suena mal, me quiere contar un poco que está pasando, pero se le enredan los hilos de la historia porque no puede tejer, cuidar a Juan y rezar por papá al mismo tiempo.
Me aburro.
En este momento, el cuento pierde un punto de la trama, y hay que retroceder, deshacer lo hecho, y seguir el hilo de nuevo.
Papá hace días que corre de un lado a otro.
Se junta con gente. Habla mucho. Está eléctrico y cansado. Pero no se lo ve triste.
Juan, que habla atravesado, canta la marchita y dice Vote Luder como si fuera lo único importante.
Mamá me dice que Alende se parece al abuelo Tito. Que Herminio no se qué. Que no sabe que va a pasar en el pueblo. Que espera que todo salga bien. Parece que habla de una operación a un pariente.
Habla sola.
Juan juega solo.
Uno al derecho.
Uno al revés.
Y este domingo, cuando ya queda poco sol, llega papá, casi corriendo.
Abraza a mamá y le dice:ganamos
Y mamá, sin soltar las agujas del todo, con los hilos enredándose en el piso, los ojos abiertos y la sonrisa llena, le dice: ¡Pero si iba ganando Alfonsín! ¿Y acá no ganaba Alvarez?
Y papá, un poco al derecho y un poco al revés, le contesta:
-No importa. Ganamos igual, negra. Ganamos todos-
Me encantaban las claves secretas.
Me había entusiasmado con las novelas y cuentos de espías, detectives y aventuras.
Ya había dejado un poco atrás la idea de ser superhéroe. Se me complicaba el temita ese de la adquisición de superpoderes o el haber nacido en el mismo planeta en el que crecí.
Pero no podía resistirme al misterio y a los códigos. Por eso los espías, los detectives, los aventureros y toda su parafernalia me atraían tanto.
Ari y Gaby tenían unos libros sobre el tema. Mi primo, que era scout, me había prestado su manual de supervivencia ( Ser scout me llamaba mucho la atención, pero había que ir a misa y usar esa pollera-pantalón color caca con zapatos de la escuela. Eso iba en contra de mí misma)
Ya había visto las dos películas de Indiana Jones. Y el joven Sherlock Holmes.
Con las chicas jugábamos cestoball, escuchábamos a los Beatles, leíamos mucho y yo escribía bastante. Las historias de La escuela del fin del mundo y El gran robo en el lejano oeste se me ocurrieron por esa época.
Usaba vaquero y trenzas y cordones de zapatillas con estrellas y corazones. Andaba en una bici roja y tenía un diario onírico.
Me gustaba Adrián. Después Pato, que ya me había gustado antes. Después Gustavo. Después Adrián de nuevo.
Tenía un novio de 15 años que se llamaba Hugo, hacía ninjutsu y era en parte japonés. Obviamente era imaginario.
Creía en rituales mágicos propios, que creaba hasta en los mínimos detalles y después olvidaba.
Vivía en mi cabeza la mitad del tiempo.
Me gustaba ir a Quilmes a hacer lo de siempre: Escuchar tangos e historias de Titina, caminar kilómetros con Lili o el Abu mirando todas las vidrieras de zapatos, imaginarme el río cuando todos los demás eran tan jóvenes jugar a la señora Mangasverdes a la hora de la siesta, revolver los alhajeros y la puertita de las telas en busca de tesoros que alguna vez serían míos y nunca lo fueron, rezongar cada vez que me mandaban al almacén de Lito a comprar algo, esperar el 300 o el 324 para ir a Rivadavia…
No saber qué hacer y disimularlo.
Con Mechi habíamos cambiado el correr por el patio por los pinipons en el cuarto y el álbum de figus por las muñecas articuladas (No, no eran barbies).Y volvimos a cambiar por el diseño de ropa en blocs hechos con hojas inservibles que nos traía su papá del Ministerio de asuntos agrarios.
Seguía cosiendo muñecas de tela hechas con medias huérfanas, aunque hacía más de un año que menstruaba y ya usaba corpiño 90.
Creía que el punto más alto del amor lo lograbas al dormir en el mismo lugar con la persona que amabas. Si el sueño era compartido, el amor era eterno.
Había pegado el estirón y los huesos me dolía a veces, pero más me dolían las estrías.
Era flaca y larga, a pesar del talle 90.
Buscaba señales casi fetichistas en objetos, marcas, huellas que me develaran misterios. Revisaba los cajones y los rincones con pasión.
A veces iba a lo de Ariel y nos quedábamos toda la tarde leyendo, sin hablarnos, cada uno en su rincón. Queríamos saber más. Tenía que haber una explicación para cada cosa.
Ya hacía tiempo que nos reíamos con Les Luthiers y que cantábamos a Charly, León, Zupay y los demás.
Mirábamos Vivitos y coleando en la tele. O Polenta. Y los dibus, siempre los dibus.
Ari ya tenía la commodore y yo todavía no le encontraba la gracia. Pero era mi orgullo decir que mi mejor amigo sabía de compus.
Y todo esto iba a mi fascinación por las claves secretas.
Un día, en el salón de matemáticas y naturales, encontré un papelito tirado con toda una clave: signos y su significado.
No parecía un gran desafío. Aparecían cosas así todas las semanas en la Billiken. Pero en esta había algo…
Se la mostré a las chicas y todas la copiamos. Durante un par de años la usamos para dejarnos mensajes de todo tipo, sobre todo durante la fiebre por los Hollister, Nancy Drew, Los Hardy boys y Sherlock Holmes.
En mí, La Clave evolucionó. Empezó a tener reglas gramaticales más complejas. Algunas letras mutaron, o se duplicaron y triplicaron en su forma.
También aparecieron reglas de puntuación y construcciones idiomáticas.
Las cosas empezaron a pasar.
Pasaron las modas: Jazzy Mel dejó de ser un éxito, todo el mundo se dejó el pelo largo, fuimos a todos los cumples de 15 y Chakers dejó paso a Wana.
Fuimos a Bariloche. Me enamoré un par de veces, siempre de guitarristas.
Dejé el cestoball.
Ale se murió sin avisar.
Y la mitad de la década me encontró en La Plata. Sin Ari ni Gaby. Sin las chicas. Sin Mechi. Ni mamá, papá y hermanito en casa.
Empezaba a estudiar cine, y todo parecía demasiado nuevo.
Ya no tenía bici. Mi corpiño era 95. El pelo me llegaba casi hasta la cintura. Seguía usando vaqueros y trenzas.
La clave había viajado conmigo.
La usé tanto…incluso para ayudarme a estudiar.
Mis sucesivos novios, esta vez reales, nunca la quisieron aprender. Un abismo de incomunicación nos encerraba.
Siguió pasando todo.
Los novios, los festivales de cine, las casa, los cortes de pelo, los talles de mi corpiño.
Y todo cambió tanto…
Pero sigo buscando señales. Espero encontrar la baldosa floja que esconde la caja con el secreto. Mirándole los zapatos y los lunares a la gente, trato de saber de dónde viene y adónde va.
Las estrías ya no duelen tanto. El corpiño es 105.
Pido 3 deseos a la primera estrella de la noche, y sigo creyendo que compartir sueños es la mejor forma del amor.
Hace casi dos años que no voy a Quilmes, pero me sigo cantando los tangos y las historias de Titina, y busco en las vidrieras todos los zapatos que el Abu o Lili no me van a regalar jamás.
Ari y Gaby están en Israel. La flaca, en el Caribe, y al igual que Luciana, Carola, Julieta y Marisel, está casada.
Mechi tiene dos hijos que ni conozco.
Mi mamá, mi papá y mi hermano viven en tres casa diferentes.
Hace años que no uso jeans y mi último corte de pelo es tan corto que no me permite las trenzas.
Ah..y La Clave….
La Clave me permite dejarte mensajes en las paredes del barrio, en los boletos de colectivo, en las servilletas del bar, en cuadernos que no vas a leer.
Y ando por ahí, escribiendo y deseando.
Deseando que un día tengas ganas y la decodifiques.
Se rompe el colectivo. Y una lo sabe desde el momento exacto en que se corta el ruido de fondo. Como cuando apagás un extractor de aire ( pero en el caso del extractor, uno suspira, aliviado)
Claro, podía quedarme como el resto de los pasajeros esperando al siguiente, pero no podía dejar pasar esa calle desconocida de Boedo, ni ese bar que me llamaba desde la esquina.
Mediodía y hambre. Me siento en el bar con nombre de calle, tapizado de fotos de tango y pido un bife con ensalada mixta. Puta madre. Siempre me olvido que la cebolla cruda me cae mal.
Cuando llega la ensalada, tardo más en separar cada hilo de cebolla que en comerla.
El tiempo y los gatos que caminan con cascabeles por ahi pasan a pedir mimos.
Y de repente, un chillido, bajito y agudo.
Y abajo de mi mesa, perseguida por un gato, pasa una laucha.
Nadie, ni los dueños ni los otros comensales hacen nada.
Y yo me río y sigo comiendo.
Con miedo a encontrarme a la laucha trepando por mi pierna, pero sigo comiendo.
Sólo me detengo a saltar cuando una cosquilla recorre mi rodilla
Pero no era laucha sino gato.
Además, fue el bife más rico de los últimos tiempos. Valió la pena el salto
La lengua en los rincones. Y el inconciente ahí, tan hijodeputa
El dolor anclado en el útero, que se desparrama armando la burbuja.
El cielo gris. Los lirios amarillos. Hay fuego entre los pastos y el agua está podrida. ¿hay otra forma de describir al mundo?
Hoy tu felicidad cabe en el agujero de una muela
Tu respiración anoche me mentía
¿Cómo medir la calidad de un número? ¿Cuál es el mejor cinco? ¿El peor cuatro? ¿El número seis de la mitad?
Adivino el río y sueño el mar. Sólo me permito ser laguna
Sonidos de comida sin comida. De boca vieja colapsando.
Descubro los límites entre agua y agua. Cruzo más agua. Sigo sin mojarme
¿Sos vos el que se perdió?¿por qué salí a abuscarte? ¿o soy yo la que estoy perdida?
Cada pedacito del pelo y la boca, en la boca
Ayer él lloró por una letras. El idioma rompecorazones
Una casa grande me mira y yo la miro ¿Cuál de las dos está más habitada?
Como no caben dudas, la cosa está ajustada.
Faltan dos horas y media para dentro de un rato
Ya casi nadie se acuerda del principio, pero igual se enganchan con el cuento.
Ladrillos de piel, como puentes. Cintas. Asfalto. Casi un kilómetro desandado.
La burbuja crece hacia atrás y al fondo. Nadie la quiere.
La tarde se desploma. Ya es muy tarde.
(escrito el otro día, en el colectivo)
Salgo a caminar por ahí, por las razones que sea: comprar tomates y frutillas, buscar una casa con un limonero en el jardín de adelante, pagar un impuesto, ir al trabajo, buscar una nena de trenzas jugando en la vereda, contar diez casas en una cuadra, o el trapo rojo que sea necesario.
Y a veces llevo la guía de Buenos Aires de bolsillo, sobre todo cuando tengo que llegar a horario a un lugar que no conozco. Pero generalmente me guío por la dirección que lleva mi naríz o por algunos indicios en el camino: un perro que camina muy decidido, un auto naranja que dobla la esquina aquella, una calle muy arbolada o con adoquines, casa viejas y grandes ( generalmente eso es decisivo)
Camino y no me pierdo. Ni siquiera caminando por calles algo oscuras sin señalizar.
No me pierdo en el gran buenos aires, en esas cuadras con gomerías tristes y verdulerías alegres.
No me pierdo en ese lugar donde ni siquiera se el nombre del barrio, o no me suena el nombre de ninguna calle.
No tengo brújula y a veces esta ciudad me marea al buscar sus puntos cardinales, porque los edificios o las nubes no me dejan ver el sol o las estrellas para ubicarme.
Pero nunca estoy perdida.
Porque descubrir esos caminos hace que me encuentre.
Nunca los conté, pero haciendo un promedio, y teniendo en cuenta que en una época me lo tomaba muy en serio, debo andar por el número 385
El que nunca fue una realidad.
El que descubrí al bajar del subte
Sólo mi vocación
La última vez que conté, alrededor de 10 Calculo que un promedio de dos horas por día, a lo largo de 31 años. Eso hace unas 22.630 hs
Supongo que voy a ocultarlo, pero cuando tenga ganas. Ahora no
Ambas. Pero da fiaca
Gomas de borrar
Una máquina expendedora de golosinas
Casi 10, creo
Sólo con un par
1)una familia 2)buenos amigos 3)un hogar 4) los sentidos sanos 5)ser bella 6)una bicicleta 7)pasarla bien 8)un cuaderno 9) uñas y dientes 10)una cama
Permisividad
Veamos: 4
Una casa con más de 3 habitaciones
Sí, claro
Lo de siempre: escribir el guión mental y que el universo decida el rodaje. (pero la productora soy yo)
¡Me encanta! Así estoy...
El culo y la cabeza
La entrepierna
Los dientes
Sacudirme la fiaca
1)ropa linda 2)un auto 3)un marido 4)un hijo 5)un departamento 6)computadora 7)teléfono 8) muchos amigos 9)ser linda 10)un buen pasar
Capuchones de bic
(Lo que sospechan es verdad: están desordenadas, y son absolutamente ciertas. Como las cosas de la vida)
Las despedidas se disfrazan de muchas cosas a la hora de actuarse.
A veces es un enojo, una pelea casi sin sentido, para no mirarse a la cara y decirse que nos hemos de extrañar.
Otras es un beso muy húmedo y repetido, pero igual de deseable, en la oscuridad de las cosas, ahí donde nadie más sabe ( ni debería saber)
Puede ser una mirada fija, brillante, un labio mordido, una cara de "no lo puedo creer todavía"...
Una comida casera. Una canción para vos en la radio.
Un apretón más efusivo en el hombro en el momento del abrazo.
Una despedida pueden ser muchas cosas. Y siempre son cosas para los dos que estamos ahí, en el ojo de esa tormenta personal.
Pero una bienvenida es algo que crepita adentro.
Es que los ojos se descubran nuevos mirando ese paisaje.
Es el viento de cambio en la cara, hasta el estallido.
Estan íntimo, tan personal, tan profundo...
Y lo mejor de las bien venidas, es cuando alguien más allá de tu piel, te dice, de alguna manera, que es otra alegría que hayas llegado allí.
Vamos allá
En abril del 2006 escribí esto
Claro que me han quedado alguna que otra boca sin probar y, por lo menos, 3 vinos sin beber.
Lo demás, sigue sucediendo
Drogas en los circuitos.
Circulan y modifican
Como hilos de marionetas no dejan que el cuerpo caiga
Falsa sustentación de la tristeza
Despojos de carne, telas y huesos. Eso es el cuerpo
Eso y la tristeza.
Que no sube a la superficie. Se queda anclada en el fondo para no matar
Si estuviera en la piel destruiría todo. Lo propio y lo ajeno
La tentación es el cuchillo que investiga bajo las telas y la carne el lugar exacto en el que están los huesos
No vivir en planta baja hace que asomarse al vacío de la ventana sea simple
Pero ahí están las drogas. Para no tentarse con lo simple.
Igaul tampoco sirven.
La solución fácil nunca sirve
La única respuesta es el dolor
Cada gota de dolor lacera el cuerpo para gritar la vida.
El dolor de adentro
No el dolor simple del cuchillo en la piel, la trompada en la pared o el portazo en el dedo.
El que nace del fondo mismo de cada célula cuando uno se da cuenta que está solo.
El dolor es el mejor cicatrizante.
Como la lluvia lava y cura.
Sentirlo todo
No anestesiarse con falsas esperanzas, inutiles optimismos y cotidiana ingenuidad.
Que duela
Que lastime
Que ya no alcancen las lágrimas vivas o muertas en los ojos
Que el sudor se añeje en los pliegues
Que el temblor ya no tiemble.
Gritar sin ruido para oirse adentro
Y después dormir casi sin soñar.
Y al otro día, casi no duele
Casi
No me olvido
Porque me sigue pasando...
Días de furia
La Plata y las ganas de terminar la carrera
Ver a los amigos en el escenario y tener la absoluta certeza de que eso es la vida de los que uno ama y la vida propia, de de uno mismo
Ver tus dedos en el bajo, tu pelo largo en el viento, saberte cerca y esperar. Escucharte tocar y soñar
volar a la tarde de domingo triste de Buenos Aires y soportar el frio, la lluvia y el desencuentro sólo para audiover a Les Luthiers
amor amor
Cruzar a Jorge y a Carlitos, decirles sin palabras cuanto me han salvado, cómo los amo a ellos y a los otros
saberse sola, sin tener alguien con quien compartir tanto amor que sale por los poros y está en el aire
llorar en la llovizna, asi se disimula
buscar asilo en estas calles, escuchar tu voz en el teléfono. Saber tu sonrisa del otro lado
Ya no se cuanto te necesito
( esto que sigue es diferente, pero es lo mismo)
Te amo, eso no cabe dudas
Te amo tanto. Y siempre me da miedo no poder compartirte. Quiero que otro te ame como yo.
No hay egoismo cuando pienso en vos porque me hace feliz saberte cada dia un poco más. Aunque nunca termine de conocerte
(estas ultimas líneas me las digo a mi misma, desde lo más profundo de mi ego y mi esquizofrenia)
Y amo a otros tantos
Amo a los que veré
a los que ya vi
a los que escuché
ya no se que hacer con tanto amor, a veces no correspondido
Quiero darte una porción grande a vos, para que me correspondas
Hoy es 1 de agosto y vamos a ir a hacer el ritual de la Pachamama al Parque o al patio de los Martínez, todavía no sé.
Es importante hacer esto para mí. Es pensar en una madre que nos da, que nos cuida en la medida que le damos o cuidamos.
Todo este año que pasó ella se portó muy bien conmigo. Cumplió mis pedidos y me cuidó mucho.
Pero, como quizás no fui muy específica en algunas cosas, hizo lo que pudo, lo que supo o lo que la divirtió
Y por eso algunas cosas fueron desorganizadas o caóticas, vistas desde afuera.
Pero en el fondo todo sucedio en la medida de lo debido: pedí amor, y a falta de uno, me enamoré de dos. ( y eso implicó estrujamiento de todas las célilas de mi cuerpo)
Pedí trabajo con mis manos, mi cuerpo y mi cabeza. Y obtuve varios, que me dejaron feliz y agotada, pero no más rica que antes. Diré que sobreviví más cómodamente
(por lo visto el contrato dura un año, porque la semana pasada se terminó mi trabajo formal, y otra vez ando en la búsqueda)
Pedí reuniones con amigos. Y risas. Y tangos
Y rock. Y alimentos de cuerpo y alma
Nada fue desoído
Pero siempre hay que dar en la medida de lo pedido
Hay que ser generoso con la Pacha
Armo mi canasta , llevo una pala... me abrigo y salgo entonces al frío del pueblo
Veremos que depara este año que comienza
Intolerancia
Todas las mañanas me despierto y bajo a la cocina, a preparar el
desayuno mío, y a supervisar de coté el preparado del desayuno ajeno.
Me encanta desayunar.
Generalmente lo hago en la terraza que da al norte, sobre la
Laguna, con otros mansioneros. Y cuando hace frío o sueño, en la
larga mesa del comedor.
Frutas, panes con semillas, leche y quesos. Uno que otro té.
Siempre mate... Esos son mis gustos, pero hay quienes prefieren un
cafecito chico y cargado, o bizcochitos de grasa, o facturas.
Otros quieren cacao, Okey de frutilla o banana, pan con
mermelada, o cafesotes con leche y chocolinas.
Muchos jovencitos desayunan con cereales y yogur. Otros con jugo
y alfajores, o ensaladas de tomate con cocacola. Unos pocos con
choripan y vino tinto, pero nunca faltan.
Cerveza con leche, me dijo una vez un mansionero alemán. Su nariz
roja y su panzota me dijeron que no debía experimentar ese desayuno.
Pero hay días que quienes desayunan empiezan mirando raro al
que está al lado en la mesa. Como si no entendieran que el otro
tiene derecho absoluto y total sobre la elección de aquello que lo
alimenta.
Pero no hay caso. Esos días vuelan galletitas arrojadas de una
punta a la otra de la mesa, y a veces peligrosas cucharas con miel.
Y no hay nada que los calme. Ni siquiera pararme en medio de la
mesa y gritar pidiendo respeto por mis canas.
He recibido desde zapatillazos hasta saquitos chorreantes de té.
Esos días me voy por los pasillos arrastrando las chancletas. Y
me quedo en mi habitación mirando el agua, allá abajo, que
refleja el sol o las nubes según corresponda.
No entiendo por qué tanto lío con el desayuno ajeno. No comprendo
adónde quieren llegar con eso de imponer su alimentación sobre el
otro.
Si lo que nutre a uno, a otro sólo lo enferma...
Pero esto que pasa, por más que me angustie o enoje, o trate de
combatirlo con algo de paz, es inevitable.
La intolerancia por el desayuno ajeno parece una enfermedad
endémica, y existirá mientras quede Mansión por habitar.
Lo único posible por hacer, es predicar con el ejemplo.
Insisto, cuando digo que son TODOS bienvenidos, no lo digo en
joda...
Y pueden elegir que desayunar. Yo no me enojo
Una mañana me desperté con una caricia en mi cabeza, en mi pelo enroscado en la almohada
Era un día de semana, pero el despertador no había sonado. Otros llamados llegaron antes.
Una mañana te quedaste ahí, a mi izquierda, en mi cama. Y no te fuiste de ese lugar
También te pegaste a mi compu, eligiendo música que te gustaba, trayendo la tuya propia. Igual que con los libros
Leía lo que me mostrabas mientras vos te zambullías en mi biblioteca ecléctica y me preguntabas sobre cada libro el porqué, el cómo y el cuándo lo había leído, o qué había producido en mi.
Cociné tus comidas favoritas, vos descorchaste esa botella. Y esa otra.
Te reíste de mis pavadas, y yo también de las tuyas. Y ahí nos dimos cuenta de que no eran ninguna pavada.
Me cepillaste el pelo, para jugar... Y yo conté los lunares de tu espalda y los comparé con las constelaciones, hasta que me di cuenta que formaban la misma figura que El Centauro
Una mañana me desperté dandome cuenta de que lo que quería vivir ya lo estaba viviendo.
Una mañana me desperté y me di cuenta que había estado soñando un sueño hermoso. Que nadie estaba cerca para contarselo. Y que dependía de mí salir a buscar las respuestas a la calle fría, o quedarme adentro llagandome la carne con las lágrimas.
Mejor busco los guantes y la bufanda, no?
Navegando por ahí encontré esto. No es maravilloso?