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Guonderlan

Cómicos de la legua

Llegamos a Guonderlan a través de una ruta arbolada y sinuosa, a bordo de nuestra nave blanca.
En el valle nos esperaban con vinos rojos y brillantes, y canastas de frutas anaranjadas.
Desde lo alto de la colina, antes de llegar, se veían las casas de techos de tejas y colores, los árboles rodeando el barrio, los coloridos banderines de la feria y all´´a, más lejos, el mar.
Dejamos el auto en las afueras y salimos a caminar. Nos avisaron que tendríamos que actuar en el escenario principal, en la playa, de noche.
La felicidad nos desbordaba.
Alguien se aferró a mi mano y caminamos por el empedrado cantando.
El sol se fue poniendo cada vez más rojo, y cuando se fue, nos abrazamos y subimos a las tablas.
El público sonrió, espectante.
Y la noche se llenó de nuestra luz.

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