Me río con vos, no de vos
Cuando escribir se transforma en una necesidad, surgen cosas como estas. Cartas inconclusas que nunca entregaremos, o relatos inexactos de situaciones muy poco claras.
Estamos eligiendo. Carajo si lo estamos.
Y si te tocó vivir ese momento, fue porque lo construiste de esa forma.
La gente que te quiere se ríe con vos.
La gente que te va a rodear en la vida tiene tu humor, le divierten las mismas cosas.
Si esa noche te dijo que eso de lo que te reías era una pavada, una estupidez, entonces, ya tenés algunos datos sobre la inconsistencia de esa compañía.
No. No es definitivo. Pero es una señal clara de que no va a compartir las alegrías y tristezas con vos.
En la tristeza, cualquier gil nos acompaña. Cuando se te muere un tío, hay una parva de parientes, conocidos y vecinos que aparecen a dar el pésame y a tomar café recalentado.
Pero cuando la tristeza que no es mía, sino tuya o del que yo realmente quiera, me traspasa, cuando el color que envuelve a ese que quiero se vuelve grisplateado, esa tristeza que surge del otro y que me llega por culpa del amor, esa es la verdadera tristeza compartida
Quizás yo no ame lo que vos amás, pero lo respeto. O me informo sobre tus amores y trato de conocerlos. Pero el amor no es el humor.
Si me río es porque me crece desde adentro la risa. Y en eso sí se parece al amor. Pero al amor ese que surge de adentro, sin forzarlo por las cosas de la superficie, sino por todo eso tan intangible como la risa misma.
¿Y adónde voy con todo esto?
No sé. Creo que lo escribo porque me acordé el día que te conocí. Y te conocí riendo.
O la vez aquella que salí con ese tipo que parecía tan interesante, y que me hablaba de esos libros que había leído, y de esas películas de culto que jamás confesaré que no vi, o de los lugares del mundo que visitaré algún día, pero su visión pesimista del mundo y su pedantería absoluta lo llevaron a decir que casi nada lo hacía reír. Porque todo era un plagio, una repetición, una absoluta falta de originalidad y un millón más de boludeces por el estilo.
También conocí a uno de esos que se creen genialmente intelectuales porque repiten de memoria frases célebres de personas ídem. Pero no se les cae una idea original y se siguen portando como loros hasta con el humor, o el amor. Son los adoradores de la palabra “tendencia”, cuando ni saben lo que es.
Y cuando te conocí, yo reía.
El tiempo fue pasando, y los dos ya tenemos canas que yo oculto y vos perdés.
Yo me sigo riendo de lo mismo y de más cosas cada día.
El humor y el amor me cruzan a gente nueva en el camino.
Y hoy que es un día que llueve, un día grisplateado como las canas, de lo único que me puedo acordar es que cuando te conocí vos me estabas haciendo reír.
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Moe -