Bifacho con mixta y sorpresa
Se rompe el colectivo. Y una lo sabe desde el momento exacto en que se corta el ruido de fondo. Como cuando apagás un extractor de aire ( pero en el caso del extractor, uno suspira, aliviado)
Claro, podía quedarme como el resto de los pasajeros esperando al siguiente, pero no podía dejar pasar esa calle desconocida de Boedo, ni ese bar que me llamaba desde la esquina.
Mediodía y hambre. Me siento en el bar con nombre de calle, tapizado de fotos de tango y pido un bife con ensalada mixta. Puta madre. Siempre me olvido que la cebolla cruda me cae mal.
Cuando llega la ensalada, tardo más en separar cada hilo de cebolla que en comerla.
El tiempo y los gatos que caminan con cascabeles por ahi pasan a pedir mimos.
Y de repente, un chillido, bajito y agudo.
Y abajo de mi mesa, perseguida por un gato, pasa una laucha.
Nadie, ni los dueños ni los otros comensales hacen nada.
Y yo me río y sigo comiendo.
Con miedo a encontrarme a la laucha trepando por mi pierna, pero sigo comiendo.
Sólo me detengo a saltar cuando una cosquilla recorre mi rodilla
Pero no era laucha sino gato.
Además, fue el bife más rico de los últimos tiempos. Valió la pena el salto
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Capitan de su calle -