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Guonderlan

Dando cuerda

No tenía  hilos, así que la hice de palabras.

Te digo todo lo que  necesitás, si querés.

Pero aparte, te digo que  nunca estamos parados, mirando. Estamos más haciendo que otra cosa.

Que ese viaje en colectivo desde Quilmes a Caballito que duró casi dos horas no fue en vano ni fue un capricho por no tomar el tren y el  subte, tan monótonos ellos.

Que la tarde entera tirado en el sillón o  en el piso, haciendo zapping y rascándote el ombligo  sirvió para algo. La mirada cambia, se  nutre de paisajes tan extraños como cada recodo de nosotros. Por eso la comparación  eterna  con La Mansión enorme e infinita que nunca terminamos de conocer. La mente es el hogar. El cuerpo es el hogar. El alma, o eso con burbujitas que tenemos por adentro es el hogar que habitamos para siempre.

El dolor de espalda pasará. El humo  remontará vuelo, como tantas cosas (siempre queda el refugio del aire más puro, allá en la llanura del pueblo, no?)

Y no creo  que necesites realmente que te recuerde para que estás acá y qué defendés. A  veces estamos muy seguros de saberlo y  a veces  no sólo olvidamos, sino que cambiamos la batalla, aunque parezca la misma.Y no está mal.

Porque esto también pasará. El invierno, esa niebla que se pega en  los ojos y el abrigo, la felicidad que no viene del todo a abrazarnos por la calle...todo pasará.

No vendrá un mundo mejor a recibirnos  para siempre al doblar ese pasillo. Quizás ese mundo mejor dure lo que dura ese pasillo, cada paso, cada metro que recorremos.  Y que al abrir la puerta otra vez esté la desidia esperándonos con el mate frío y lavado.

No te voy a andar diciendo, entonces, que la mansión es infinita. Por que lo sabés o lo intuís.

Y si llega ese momento, en el descanso de la escalera que lleva al piso de arriba, en que ya estás cansado, en que no te dan más los pies, o las manos  o la cabeza, cuando mires abajo  vas a ver miles de escalones. Eso es lo único que debería impulsarte a creer. O a querer creer, que es casi lo mismo, pero más primitivo y visceral.

La sordidez  quizás no esté en el pasillo del subte, sino adentro del ojo. Pero  viste lo hijo de puta que es el paisaje. Nos transforma y nosotros  lo transformamos. Puro espejo son las paredes de la mansión.

Y el sótano amenazador de oscuridad y humedades parece tenebroso. Y creemos que llegar a habitar ese lugar  será la muerte. Hasta que descubrimos que allí está la bodega. Allí están  los secretos. Nuestro lugar  oscuro y sólo de nosotros.

A veces, y dejame que insista con lo mismo, nada es lo que parece.

Y   te lo digo, más que nada, para convencerme.

Porque a mi también me gustaría que alguien me tire una soga de palabras

 

2 comentarios

Capitan de su calle -

Gracias, necesitaba una soga, una sola para levantar.
Alguien que me diga. Vos tuviste esa valentia, aun buscando convencerte a vos. Lo que suma merito.


Gracias.

El Vasco -

Me encanta lo que escribis, me transporta. Me saca tanto que nunca sé qué mierda comentar.
Gracias. Esto hace bien.